romper bien era, siempre, ya haber roto. Y lo desafortunado de su ruptura, pensaba en ese momento, era que ellos no habían roto antes de hacerlo: habían estado juntos hasta que ya no lo estaban, y Ella tenía que enfrentar la emergencia del dolor de la ruptura después de que se hubiera producido, como si el dolor que había precedido a la decisión, y el que había sentido al hablar con Él y en los días posteriores, no hubiese importado.