Para Blachly, el suicidio no es la conse cuencia de la frustración de una «voluntad de sentido» (Viktor E. Frankl, Homo Patiens, Versuch einer Pathodizee, Viena, 1950; vers. cast. en El hombre doliente, Herder, Barcelona 1987, 197-297), sino la manifestación de un instinto de muerte, que tendría que poder dejarse manejar, convenciendo al sujeto de no pensar más en la autodestrucción del yo, sino mejor limitándose a donar un riñón...