Cuando hablamos de sexo, tendemos a pensar en una división biológica binaria entre varón y mujer. Sin embargo, las estructuras externas e internas de nuestros cuerpos no son inherentemente masculinas o femeninas. Por ejemplo, los penes y las vaginas no son intrínsecamente masculinos o femeninos. Como hemos mencionado en el párrafo anterior, al confundir el sexo con los genitales ignoramos una gran parte de nuestra anatomía interna, es decir, nuestra estructura cromosómica. Es muy difícil saber cuál es nuestro sexo real a menos que tengamos en cuenta cada una de las posibles facetas de nuestras estructuras internas y externas.