«Ha desaparecido. Ha desaparecido de nuevo. Miro a mis lados, pero el único ser en toda la calle es la minúscula persona que me mira y espera. Por su cara diría que está realmente interesada en la respuesta, y yo me quedo pensando en cuál debería darle teniendo en cuenta que ya no recuerdo la pregunta.» Ha pasado un año desde el accidente que tuvo lugar al final de la calle 118 y Simon aún ve el fantasma por todas partes: en la calle donde ocurrió, en su casa, en la tienda… Le sigue de cerca y solo él la puede ver. Todo el mundo parece haber pasado página, pero Simon se siente atrapado en una espiral de la que no sabe cómo salir.
María siempre ha tenido una forma muy curiosa de lidiar con los problemas: huir de ellos. Después de lo que pasó con su familia, tomó un avión y acabó en Francia, de donde era su madre, para empezar de cero su vida. Lo único que la une a su pasado son las postales que le envía a su hermano: siempre sin remitente; charlas unilaterales y seguras.
Cuando encuentran una foto en uno de los libros de Valeria y leen la carta escrita en el dorso, la única opción plausible parece intentar encontrar a la dueña para devolvérsela. Y tal vez, de paso, tratar de solucionar algunos de sus problemas por el camino.
Los universos de Al final de la calle 118 y Cosas que escribiste sobre el fuego se cruzan una última vez en una novela que nos habla del duelo y los fantasmas, escrita por una de las voces más prometedoras de la literatura juvenil española.