hasta yo, que por naturaleza no podía desentenderme orgullosamente de ese ambiente nuevo y fatal en el que nos había arrojado la desgracia; si hasta yo, que no podía contemplar el espíritu popular, tal como se manifestaba ante nosotros, con negligencia y desdén; si hasta yo, me digo, tuve tantas dificultades para convencerme al fin de la mentira y falsedad de casi todo lo que en nuestro círculo considerábamos luz y verdad,