«Diario de naranjas, en un ingenioso juego de diálogos y reiteraciones, nos enfrenta a un sinfín de cuadros cuya plasticidad de imágenes nos hacen transitar por encuentros y desencuentros, en medio de la desesperanza y la esperanza, aproximándonos a lo inflexible y lo reflexivo. Cuadros que nos presentan a naranjas y mandarinas con una suerte de contemporaneidad cruda e infinita, llenos de poder y sonido, de soliloquios y coros.
Mario Benedetti, en versos que el autor cuidadosamente inserta, también aporta lo suyo, y Víctor González, como en muchos otros aspectos de su vida, aprovecha y adapta esta piedra preciosa para convertirla en joya…»