uando damos lo mejor de nosotros sin esperar nada a cambio, nos sentimos en paz con nosotros mismos y con el universo. Por otro lado, cuando recibimos sin esfuerzo, sin dar lo mejor de nosotros, algo en nuestro interior sabe que no nos lo ganamos y que no lo merecemos y nos boicoteamos perdiéndolo o estropeándolo. Necesitamos sentirnos capaces y merecedores para tener un sentido de logro. Por esta razón usualmente no apreciamos lo que es gratuito.
Los beneficios reales resultan del dar verdadero, que es incondicional y proviene del puro deseo de ser lo mejor que podamos ser. Debemos dar para recibir. No hay otra