La voz, cuando se guarda, cuida
los caminos del silencio
aprieta los entresijos del aliento
hace llover después de la mirada
abraza la palabra tiempo
la sinrazón de la esperanza
duerme como una flor seca
su potencia de aroma contenido.
La voz sin tus oídos nada enciende
entona su dolor, ciega se queda
y tus manos
que eran su guía en la noche
hurtadas a su piel
duermen marchitas.
La voz, cuando es de dos
ignora el aire
de las estaciones definidas.
Se alimenta del hoy
conoce el paso
del polvo, de los años, de la muerte.
La voz, al pronunciar,
sabe que miente
a menos que conduzca hasta el silencio.
Allí la luz contiene todo canto.