Cecilia Palmeiro estudia las marcas de una de las tradiciones más vitales de la literatura latinoamericana: el neobarroso. El libro sigue a Néstor Perlongher, su poderoso tráfico de lecturas e influencias literarias y políticas, que arranca en la década del setenta en Buenos Aires, pertrecha el debate cultural y político de Brasil en los ochenta y vuelve a Buenos Aires, primero en las intervenciones de la postdictadura y, a fines de los noventa, reelaborado por una generación de poetas, agitadores culturales y editores.
“En tanto poeta, zas, novelista”, le gustaba decir a Osvaldo Lamborghini: a ese pasaje que casi no se puede medir en el tiempo o a las preguntas que implica, al paso del verso a la prosa, del poema a la aventura, de la fotocopia al libro industrial apunta “Desbunde y felicidad”. El objeto de estudio de su último y extenso capítulo, que instaura el pasado inmediato y el tiempo cero del libro, parece ser el puñado de novelas de unos poetas (Cucurto, Dalia Rosetti, Gabriela Bejerman, Pablo Pérez, Dani Umpi) y de un guionista inconcluso (Alejandro López), y los cuentos de Cecilia Pavón. Pero “Desbunde y felicidad” no se detiene ahí. Por el desfiladero de esas escrituras, de sus operaciones de producción y circulación, llega a un lugar extraño y compacto: un pequeño espacio de intercambios amistosos que en la potente succión del cambio de siglo en la Argentina redescubren y fundan una política de la lengua y de los cuerpos, y un mercado que oscila entre la industria y la feria. En ese proceso discute las preguntas que le dan sentido a la instalación de un canon y abre una perspectiva para leer una literatura rioplatense que nos es estrictamente contemporánea.