POR QUÉ ENTRO EN LAS IGLESIAS
Por el silencio, y contra nadie,
por el silencio húmedo de las iglesias
y sus mosaicos,
por lo que las iglesias le hacen a la luz,
cómo la dulcifican y la tiñen y la devuelven
al lugar del que proviene
por lo que esa luz, antes de irse,
transforma en las estatuas,
en las figuras esmaltadas
y sus manos perfectas
por la perfección, además,
de los confesionarios
en los que nunca me arrodillo
aunque las primeras muecas de la fe
como las del terror
jamás nos abandonen.
Porque en medio de la ciudad
y del ruido
hay silencio,
y porque el silencio es húmedo
y esmaltado
porque casi siempre estoy sola
en las iglesias
donde hasta las flores que se pudren
son hermosas
y porque no entro
con la mirada lacia
de los que van de visita.