Ciencia ficción capitalista

que los autores de ciencia ficción «dura» fueron en su mayoría hombres, salvo las excepciones de la ya mencionada Judith Merril (1923-1997) o también de Kate Wilhelm (1928-2018).

. Porque la ciencia ficción capitalista se edifica sobre una irresoluble aporía: que el mismo capitalismo puede solucionar con más capitalismo las mismas crisis que el propio sistema provocó, y puede colonizar otros planetas con las mismas tecnologías que destruyeron este

El capitalismo no puede ser más realista.
No solo porque su fantasía verde niega la crisis socioambiental que lo hace posible, sino porque la economía fósil que lo vehiculiza y el régimen de extracción intensificada que lo enriquece y multiplica ya no lo son.

Apple y Google fueron denunciadas por no actuar ante el conocimiento de que el cobalto que compran depende de la explotación de niños que cobran 0,75 centavos de dólares la jornada

Este nuevo país se funda en rigurosos principios anarcoecocapitalistas, que consisten en la total libertad del individuo (que se expresa en el sexo libre y la despenalización del uso recreativo de drogas alucinógenas), el respeto a la Naturaleza a través de tecnologías que no emiten gases contaminantes, además de la práctica casi religiosa de la actividad física y la alimentación saludable. Un fresco que anticipa al pie de la letra el ethos californiano y el capitalismo verde que predicarían más tarde todas las empresas de Silicon Valley.

Al mismo tiempo, pese a que Elon Musk es el hombre más rico del mundo, en 2018 pagó (al igual que Jeff Bezos) cero dólares de impuestos, ya que las leyes impositivas de Estados Unidos gravan la percepción de un sueldo o ganancia, pero no la tenencia de acciones, que es la manera en que Musk (y Bezos) obtienen remuneración por los puestos que ocupan en sus propias empresas

Porque la ciencia ficción capitalista se edifica sobre una irresoluble aporía: que el mismo capitalismo puede solucionar con más capitalismo las mismas crisis que el propio sistema provocó, y puede colonizar otros planetas con las mismas tecnologías que destruyeron este.

Frente a este camino sin salida hacia la destrucción definitiva, la ciencia ficción habilita al capitalismo las más extraordinarias fantasías: terraformación y colonización de otros planetas, minería extraterrestre, geoingeniería climática, expectativa de vida de mil años, turismo intergaláctico, inteligencia artificial al servicio de automatizar la totalidad del trabajo asalariado. Mercancías futuristas, en suma, que emanciparán al humano de los límites planetarios y de sus propios límites biológicos, pero que solo disfrutará el 1 % de la población mundial,

Se estima que la economía global consume alrededor de cuarenta gigatoneladas de carbón fósil por año, y que consumir cuatrocientas gigatoneladas más (desde el año 2022) volvería el cambio climático catastrófico e irreversible.1

Allí, grupos paramilitares financiados por empresas de Silicon Valley se disputan el control de las minas, en las que trabajan menores de edad en condiciones de precarización absoluta.