Aristóteles escribió que la psyché —en latín el anima, en francés el aliento [souffle]— es como una tablilla en la que el sufrimiento se escribe.
La música viene a leer allí.
He deseado destacar solamente este punto: sólo la música viene a leer allí. Porque desde el origen, en la ontogénesis, en el interior del vientre materno, es inevitable que el feto escuche. Escucha lo que haya, a la fuerza lo que haya, a lo lejos, muy lejos, detrás de la piel y el agua, la extraña sonata de lo que será su lengua materna. Genealógicamente este canto del que no escucha más que la emoción es anterior a la voz articulada. Igual en la filogénesis, en la historia de los animales, el canto imitado, el canto embaucador, el apelante, prearticula la fonación.