Nacido en el seno de una familia de la burguesía barcelonesa, el pequeño Adrià estuvo sometido desde su más tierna infancia a la tiranía de unos padres obsesionados en hacer de él un prodigio de las letras y de la música. Su único consuelo eran aquellas tardes en la tienda familiar de antigüedades o en el laberíntico piso del Ensanche, donde se refugiaba dando rienda suelta a la imaginación junto al sheriff Carson y el indio arapaho Águila Negra, dos muñecos que pronto se convertirían en sus inseparables confidentes. Precisamente en el despacho de su padre, Adrià supo por primera vez de la existencia del Vial, un violín Storioni codiciado por músicos y coleccionistas de todo el mundo, cuya historia escondía un sinfín de crímenes y episodios poco edificantes. El modo en que este instrumento acabó en manos de los Ardèvol marcará para bien y para mal el destino de Adrià y el de sus seres queridos.