El Antiguo Testamento ya condena la brujería, por ejemplo, Moisés la prohibió específicamente y la vinculó en especial a las mujeres.
En los Eddas escandinavos podemos leer:
Huye del peligro de dormirte en brazos de la mujer hechicera, que no te estreche contra su seno. Te hará despreciar la asamble del pueblo y las palabras del príncipe; rehusarás el comer, huirás del trato con los demás hombres y te irás a dormir tristemente.