Hablar de los Armaos y de su historia, de sus orígenes y evolución, de sus anécdotas y personajes, de quienes pusieron las bases para asentar y asegurar su continuidad, sin los avatares que pusieron en peligro su supervivencia, es un grandísimo compromiso. No sólo por la investigación y el trabajo de campo necesario para ello. Hay en este colectivo mucho de pasión y sentimiento, de mutación personal que trasmina lo tangible, no sólo en el ambiente cofradiero, sino que alcanza al sentimentalismo individual que se adueña de sus propios egos.Son mílices romanos, descendientes certeros de la Legión III de Tiberio, como tal vez lo fuera aquel Macarius que le dio nombre al barrio. Abran las puertas del corazón para asimilar esa condición porque ellos son conscientes de que cumplen con los preceptos que le son arrogados, que son afortunados portadores de un legado, de una trascendente misión que guardan en lo más íntimo de su ser y para la que se suponen predestinados. No se queden en la superficialidad, en el colorido de sus vestimentas ni en el ondear álbeo que culmina sus cascos. Observen sus ojos, sus caras y desentrañarán el misterio que sucede, cada madrugada del viernes santo, en Sevilla, cuando los Armaos llegan desde la Macarena.