No sé decir a mi excelente dama qué pensaba cada hombre en medio de la confusión en que nos veíamos sumidos. Para mí, esa vía de agua fue como una herida infligida a unos hombres a las puertas de la muerte. Bien sabe Dios que yo albergaba tan poca esperanza como deseo de vivir en medio de la tempestad; y era algo que escapaba a mi voluntad, pues iba más allá de mi entendimiento. ¿Por qué trabajar tan duramente para conservar la vida? Pero eso hicimos, no sé si por lo mucho que apreciamos unas cuantas horas más de vida, o porque nuestra doctrina cristiana nos enseña cuánto debemos a los ritos de la Naturaleza, así como el compromiso de no engañarnos ni traicionar nuestro instinto de conservación; en los momentos de mayor desesperanza, nada debe asombrarnos de Él, fuente generosa y esen