Se empieza a vivir de verdad personalmente cuando se sale de uno mismo.Se trata de asumir personalísimamente el protagonismo de la propia vida; pero esto no acontece en primera persona del singular, sino en primera persona del plural. Y aquí entra Dios: el descubrimiento de sí mismo, de la propia verdad, se da definitivamente al descubrir a Dios y a los demás. Por eso el autor se esfuerza en orientar la mirada, en enseñar a mirar, para no terminar viviendo a tientas, casualmente, la libertad.
En esta perspectiva aparecen en el libro cuestiones que interesan profundamente a cualquiera: la autenticidad, el sentido de la libertad, la autoestima, el compromiso, el amor, la incertidumbre, la seguridad…. Y el miedo. Porque estas páginas están escritas para eso: para perder el miedo a vivir. Este libro, como el autor desearía que sucediera con la vida de cada lector, comienza en los ojos del hombre, en su mirada atenta, y acaba en los brazos de Dios.