El commonplace book tiene, en concreto, mucho de anotación y nada de trama; tampoco es la evocación de una educación sentimental. Ni una crítica literaria aristotélica partidaria de la cualidad fabril (poieîn, mímesis de la acción) ni una idealista y romántica le encontrarán nada de chicha.
Se diría que en estos fragmentos no hay subjetividad. Si los comparásemos con los diarios del pintor Jacopo da Pontormo, encontraríamos que aquellos mostraban atisbos de su personalidad, aunque fuera a través del recuento de las viandas, las viandas otra vez, los pigmentos y las visitas de Bronzino. Lovecraft tomó estas anotaciones entre 1919 y 1934, los años que van desde Dagón y sus primeras ficciones hasta los textos que le granjearían la fama (me resisto a decir su madurez creativa, ya que su inmadurez no era poco interesante).