Más allá del gran interés documental basado en la minuciosa exploración –alimentada por quince años de trabajo de campo— en los mundos religiosos argentinos que el lector encontrará, la obra de Joaquín Algranti y Damián Setton retiene doblemente la atención. Presentada por sus autores como el resultado del oportuno encuentro entre dos mundos, el de la religión y el de las ciencias sociales, la obra se distancia, en primer lugar, de toda esencialización de los colectivos religiosos, de toda reificación de la cual serían deducidas tanto la uniformización como la estandarización de las identidades y los comportamientos. Lejos de establecer el estudio de lo religioso como una rama insular y ultraespecializada de las ciencias sociales, dotada de sus propias categorías nativas, se reconecta con la exigencia pionera de la sociología de tomar en cuenta la complejidad (las estructuras no evidentes de los mundos religiosos) y la fluidez (los procesos de producción, reproducción y transformación de esas estructuras). En segundo lugar, al colocar el acento en los procedimientos de clasificación-inclasificación que han organizado y continúan organizando los mundos religiosos, Algranti y Setton se entregan a una reflexión metodológica y epistemológica general de cabal importancia. Desde que Henri Poincaré estableció en El valor de la ciencia (1905) que “la ciencia es solo una clasificación”, autores tan diversos como Claude Lévi-Strauss, Jack Goody o incluso Michel Foucault (que en Las palabras y las cosas consagra un capítulo entero al acto de “clasificar”) han señalado esta identidad constitutiva entre ciencia y clasificación. Como forma de síntesis útil para captar lo real, la clasificación no solamente es el resultado de una exigencia de “puesta en visibilidad”, sino que participa igualmente en su construcción. Por su valiosa contribución al estudio de los mundos religiosos, el libro de Algranti y Setton se impone como una referencia insoslayable.
—Patrick Michel
École des Hautes Études en Sciences Sociales