Quien no quiere ser absorbente en cuestión de amores, ni exigir una correspondencia equivalente al amor que profesa, desprestigia su propio sentimiento, despierta suspicacia. Y sacrifica, a la larga, la intensidad de su deseo. La pasión ciega se convierte en pasión por entender. Esto a los dogmáticos les huele a chamusquina. Y desde su punto de vista tienen razón. La pasión por controlar las pasiones pertenece a otro campo, responde a otro deseo de dominio.