Durante cinco años escribí una columna diaria -"La caja de Pandora"— en las páginas dedicadas a la televisión en un periódico andaluz. Fueron cinco años de mi vida, pero también cerca de dos mil artículos, cinco kilos y medio de papel o un disco duro de los antiguos. Las primeras columnas fueron dictadas por teléfono y las últimas salieron zumbando por correo electrónico. Empecé picándolas a máquina y terminé redactándolas con ordenador, aunque siempre de mi puño y tecla. Muchas cosas cambiaron a lo largo de esos cinco años, pero la televisión sigue tal cual.
En realidad, si a pesar del tiempo transcurrido me he atrevido a espigar algunas columnas de “La caja de Pandora”, es porque las mismas series, programas, películas, concursos, telecomedias y presentadores, vuelven con más bríos en abierto y codificado, a nivel nacional y autonómico, por cable y parabólica, en vídeo comunitario y televisión local. Parafraseando a Borges: Los anuncios son los mismos, solo cambian los detergentes y los nombres propios. De hecho, nadie se bañará dos veces en el mismo río, pero todos hemos chapoteado tropecientas veces en “Verano azul”. A Heráclito le faltó un telediario para descubrirlo.
Con todo, los artículos aparecidos en periódicos tienen las mismas propiedades del pan duro: no sirven para comer, pero valen para empanar nuevas columnas o tiernos filetes. “La caja de Pandora” quiere ser esa caja de pan duro que uno ralla para darle de escribir a las palomas.”