Estando en prisión, otro veterano de guerra alemán escribió un folleto en el que tildaba de «maravillosa» la propaganda británica y elogiaba su sencilla presentación de «nociones negativas y positivas de amor y odio, de lo correcto y lo incorrecto, de la verdad y la falsedad», lo que atajaba las «medias tintas que pudieran suscitar dudas». El admirador en cuestión era Adolf Hitler, que estaba convencido de que, llegado el caso, podría hacerlo aún mejor.