—Al vivir todosfinalmente morimos. Al morir vivimos —afirmó él mirándola otra vez—. Él nos pidió que muriéramos. Toma tu cruz y sígueme. No necesariamente una muerte física, pero para ser sincero del todo, en Occidente estamos demasiado enamorados de nuestra propia carne. Cristo no murió para salvarnos de una muerte física.