La raíz del rechazo de los niños a la lectura en la edad escolar reside fundamentalmente en un hecho incontrovertible: con la socialización y la escolarización se los despoja de las capacidades innatas de perplejidad, asombro, fantasía e interrogación ante los enigmas cotidianos de la vida. La escuela, guardiana del orden, se encarga de desarrollar destrezas y de apuntalar abstracciones a un muy elevado costo individual, pues extingue el fuego del espontáneo ímpetu creador, motor fundamental del espíritu e interrogador subversivo por excelencia.