Mil testigos, mil narices –añadió sonriendo y agitando sus largos brazos–. Mil narices y mil diagnósticos. Mil diagnósticos y mil recuerdos de infancia. Para uno, manzana podrida, para otro, vinagre, y mañana para los demás, nuez moscada, betún, compota de fresa, talco, polvo de cortinas, infusión para la garganta, pepinillos... El hombre de los círculos debe de apestar a olores de infancia.