afez había sido un santo bebedor tan místico como hedonista. Se dedicó a la oración, la poesía y el alcohol, y a los sesenta años trazó un círculo en la arena del desierto, se sentó en el medio y juró no levantarse hasta tocar la mente de Alá, el todopoderoso y único Dios. Pasó cuarenta días en silencio, atormentado por el sol y el viento, sin obtener resultados, pero al romper su largo ayuno con una copa de vino que le dio el hombre que lo halló a un paso de la muerte, sintió el despertar de una segunda conciencia que se impuso a la suya y le dictó más de quinientos poemas.