La realidad, les dijeron a los presentes, no existe como algo aparte del acto de observación. Un objeto cuántico no tiene propiedades intrínsecas. Un electrón no está en ningún lugar fijo hasta que se lo mide; solo en este instante aparece. Antes de la medición, no tiene ningún atributo; antes de la observación, ni siquiera se puede pensar en él. Existe de una manera determinada cuando es detectado por un instrumento determinado. Entre una medición y otra, no tiene sentido alguno preguntar cómo se mueve, qué es, ni dónde está. Como la luna en el budismo, una partícula no existe; el acto de medición la vuelve un objeto real.