Liberar toneladas de dióxido de azufre hacia la atmósfera para mitigar el impacto del sol, transformar el dióxido de carbono en mineral y enterrarlo, o alterar las corrientes oceánicas, son algunas de las “soluciones”, tan drásticas como peligrosas, que propone la geoingeniería. El discurso sobre el cambio climático podría ser un pretexto para el financiamiento millonario de una serie de iniciativas impulsadas muchas veces por los mismos actores que generan la mayor parte del problema.