Cuando hablamos de la condición femenina, la expresión puede aludir al estado de la feminidad, a su posición subjetiva. Pero la voz «condición» permite en español la doble significación del estado de una cosa por un lado, y a la vez del requisito, de lo que tiene que darse para que algo tenga lugar. Freud nos enseña que el amor de la feminidad, de lo que él designó como el tipo femenino más puro y auténtico, tiene una condición. Es ésta la razón del título de este libro. La condición femenina no alude únicamente a la posición subjetiva de la mujer y al estatuto de su sexualidad. Se refiere más centralmente a la condición que esa sexualidad impone, por así decirlo. Es la condición de un deseo que pudiera sostenerse allí donde ella, una mujer, encarna al Otro absoluto. La de ser amada más allá de los espejismos en los que el partenaire –y ella misma— se consuelan.