Einar se daba cuenta de que Lili y él compartían algo: unos pulmones color azul ostra; un corazón que no cesaba de latir; unos ojos, teñidos frecuentemente de rosa de pura fatiga. Pero su cráneo parecía contener dos cerebros, estaba hendido como una nuez: una mitad era de Einar, y la otra, de Lili.