YO odio los perros. A mi modo de ver, ellos reflejan la vulgaridad humana con fidelidad y verlos me produce un asco irrefrenable. Los dueños de los perros me repugnan aún más. Comprendo a la gente que cuida los perros con algún objetivo específico, tal como sucede con los pequeños productores, que los mantienen por necesidad laboral, sea para vigilar las ovejas o para transportar los trineos, pero no soporto a esos seres pretenciosos que los tienen solo para amarrarlos al porche de sus casas miserables; esto, para mí, no es sino un síntoma de la degeneración humana.