¿Podrías decirme, por favor, cuándo zarpará el Audacious? —Se aproximó a él observándolo con desesperación.
Guill suspiró impaciente antes de lanzar una rápida mirada a su esposa, todavía sentada en el sillón.
—En una semana, más o menos —respondió.
La noticia alcanzó a María como un disparo.
—Se va a marchar, se va a marchar otra vez —musitó, antes de tambalearse hacia atrás.
Sus piernas chocaron con el sillón y cayó sentada. Se cubrió el rostro con las manos mientras el llanto brotaba desde el centro de su pecho. Se mecía adelante y atrás como alguien a punto de volverse loco. Así se sentía exactamente: loca.
Visiblemente preocupada, Ally acudió a su lado para acariciarle el cabello.
—Guill, querido, este es un gran momento para que le digas a María lo que me estabas contando hace unos minutos.
—¿Te parece? —murmuró intranquilo—. ¿No será mejor que antes le traigan una infusión calmante?
—Ay, por el amor de Dios —protestó su esposa—, ninguna infusión en el mundo la tranquilizará más que eso que vas a contarle.
María apartó las manos y miró con curiosidad a Guill, que se había acuclillado frente a ellas.
—¿Qué ocurre? —sollozó, sorbiendo por la nariz mientras paseaba su mirada de uno a otro.
—El capitán me ha transferido el Audacious como regalo por nuestra boda —explicó Guill.
Capítulo 32
María observó desconcertada al esposo de su mejor amiga.
— ¿Y eso qué significa?
—Pues que yo soy el nuevo capitán del barco —expuso tranquilamente—, porque el antiguo ha decidido quedarse en Londres y regresar a sus antiguos negocios; solo que ahora va a hacerlo como socio, y no como empleado.