Un fatuo que se ocupa de sí se ocupa de boberías, de cositas menudas. ¿Y qué es la mujer? Una cosita menuda, un conjunto de boberías. ¿No se la tiene ocupada durante cuatro horas con dos palabras dichas sin ton ni son? Tiene la seguridad de que el fatuo va a estar pendiente de ella, puesto que no tiene en la cabeza cosas trascendentes. Nunca la descuidará por atender a la fama, la ambición, la política, el arte, esas grandes rameras que ella tiene por rivales. Y, además, los fatuos tienen el valor de ponerse en ridículo para agradar a la mujer; y el corazón de la mujer rebosa de recompensas para el hombre ridículo por amor. Y, por fin, un fatuo no puede ser fatuo más que si tiene algún motivo para serlo. Las mujeres son quienes nos conceden ese grado. ¡El fatuo es el coronel del amor, tiene éxito en las aventuras galantes y un regimiento de mujeres a su mando!