La elevación de la assumptio a la categoría de un dogma implica que el pleroma está asistiendo a una hierogamia. Por su parte, esta última supone, como se ha dicho ya, que los tiempos venideros serán testigos del nacimiento de un niño divino, el cual, respondiendo a la tendencia divina a la encarnación, elegirá al hombre empírico como lugar de nacimiento. Este proceso metafísico es lo que la psicología de lo inconsciente conoce como el proceso de individuación. En la medida en que este proceso discurre generalmente de forma inconsciente, como lo ha hecho siempre, no significa nada más que lo que la bellota significa para la encina, la ternera para la vaca, y el niño para el adulto. Pero cuando el proceso de individuación se torna consciente, la consciencia tiene con este fin que enfrentarse a lo inconsciente y conseguir que los opuestos guarden entre sí un recíproco equilibrio. Dado que esto no es posible lógicamente, se tiene necesidad de símbolos, los cuales posibilitan la unión irracional de los opuestos. Los símbolos son creados espontáneamente por lo inconsciente y amplificados por la consciencia. Los símbolos más importantes de este proceso se centran en la descripción del sí-mismo, es decir, de la totalidad del hombre, el cual se compone de aquello de lo que éste es consciente y de los contenidos de lo inconsciente.