Democracia intrascendente no quiere decir democracia sin valor, sino democracia que no busca refugio en las verdades trascendentes establecidas por la filosofía, la teología o la ciencia experimental. En definitiva, democracia que entronca con una tradición de pensamiento que rechaza recurrir a cualquier instancia no humana para justificar una conducta o reclamar un veredicto. Los argumentos de esta otra tradición nada tienen que ver con el irracionalismo o el relativismo de los que ha sido acusada, y son analizados en La democracia intrascendente bajo una perspectiva que recorre sus diversas manifestaciones a lo largo de la historia y aproxima teólogos como Nicolás de Cusa a filósofos como Dewey y científicos como Heisenberg, comprometidos en el esfuerzo de desmentir cualquier determinismo. Es intrascendente porque rechaza un género de verdad que acaba sojuzgando al individuo y que, en la lucha escatológica por prevalecer y fundar un orden, le obliga a despreciar tanto el daño que inflige como el sacrificio que reclama.