A mediados del siglo XVIII, Alister Cox, el más prestigioso relojero y constructor de autómatas de Europa, llega a las costas de China tras una larga y accidentada travesía. Partió de Londres meses atrás, invitado por el todopoderoso emperador Quiánlóng, que desea que le confeccione unos relojes muy especiales.
Cox, junto con sus ayudantes, se aloja en la imponente Ciudad Prohibida, y empieza a fabricar mecanismos capaces de atrapar el sinuoso y cambiante ritmo del tiempo, de medir su transcurso tal como lo perciben los niños, los enamorados, los enfermos o los condenados a muerte… Pero mientras el artesano da forma a sus precisas maquinarias, empieza a darse cuenta de que no todo es belleza y sofisticación en el entorno en el que permanece casi prisionero. Percibe el miedo que se respira en la corte, donde una palabra o un gesto fuera de lugar pueden costarle a uno la vida, es testigo de castigos brutales, y su posición privilegiada lo convierte en blanco de envidias e intrigas palaciegas.
Y mientras se enfrenta a los recuerdos dolorosos de la tragedia familiar que ha dejado en Inglaterra y se ve arrastrado por el caprichoso comportamiento del emperador, Cox emprende la construcción de su obra maestra, un perpetuum mobile, un reloj capaz de medir la eternidad…
Escrita con la delicada precisión de un miniaturista, esta refinada novela, en la estela de Seda de Baricco, nos habla de la fascinación por Oriente, del amor y los fantasmas del pasado que nunca dejan de perseguirnos, de los excesos del poder absoluto, de la búsqueda de la belleza y la perfección, del vano intento de dominar el tiempo que se nos escurre entre los dedos… El resultado es un texto deslumbrante, sensual y majestuoso, de una exquisitez arrebatadora.