¿Por qué los españoles calificaron como idolatría a las religiones y creencias de los indios americanos? ¿Qué consecuencias sociales, culturales y humanas tuvo esto? Para la Corona española, la conquista de los territorios americanos se justificaba en la medida en que se autoconcebían como los portadores y defensores de la religión verdadera. Para algunos sectores de aquella sociedad, que iba “a caballo entre el medievo y el Mundo Moderno”, la conquista de América era la gran promesa de fama y fortuna; pero para otros, era la posibilidad de alcanzar su propia salvación (y hasta su santidad). Para estos últimos, su «misión divina” era evangelizar a millones de indios que, según ellos, se encontraban en garras del demonio, y así rescatarlos de la condena eterna. La empresa evangelizadora era también la renovación de una “guerra santa” que había comenzado con la expulsión de los “infieles” musulmanes del territorio ibérico, y que ahora enfrentaba a los indios idólatras de América. Esto abrió un amplio abanico de complejos procesos culturales, jurídicos y eclesiales entre las religiones locales y la impuesta, mismos que son estudiados en este libro. Simbólicamente, el “Nuevo Mundo” fue el escenario de una confrontación mística entre el cristianismo de los españoles y la «idolatría” de los indios. Fue una renovación simbólica de la lucha del “bien contra el mal” que a veces terminó en hogueras cuyo humo impidió ver a sus promotores los límites entre bueno y malo.