Antonio Deltoro ha registrado las más diversas gradaciones de la luz, sin evitar aquellas que colindan con la invisibilidad. Al adentrarse de lleno en zonas sombrías, sus poemas apuntan la inminencia de un caos. De frente a una realidad erizada de malos agüeros, Deltoro aún halla motivos para persistir en el humor y la ligereza. Hay en estas páginas una rara simpatía con la fibra seductora del miedo. Hay, en la misma vertiente, un impulso simultáneo de salto y vuelo, método primordial y poderoso a la hora de sobreponerse a la pesadumbre y el desaliento. Cultivador del escepticismo fundado y de su complemento, el optimismo razonable y problemático, el autor de estas páginas lanza preguntas que intercambian caracteres ante el espejo y perfilan inquietantes paradojas: ¿para qué tanto buscar, si al fin y al cabo siempre se encuentra? Nada más ajeno a esta poética, sin embargo, que el recurso de la vaguedad. Consciente de la vastedad del universo y atento a la singularidad de todos los seres que lo pueblan, el autor nos regala este libro misceláneo y único, en el que los asombros nacen “de lo imponderable de la poesía”.