Los Laboratorios Bell se habían visto involucrados en la Segunda Guerra Mundial incluso antes de que Estados Unidos participara en ella. En el periodo previo al ataque a Pearl Harbor ya habían dado apoyo desde allí a los aliados a través de diferentes colaboraciones; pero tras la ofensiva japonesa, el número de proyectos militares que se empezó a llevar a cabo en aquel lugar ya se aproximaba al millar. Entre ellos, se incluían instalaciones de radio para tanques, sistemas de comunicación adaptados al uso de máscaras de oxígeno de los pilotos, etc. Los laboratorios también jugaron un papel fundamental en la mejora del radar, el sónar y el desarrollo de la bomba atómica. Para hacerse una idea, si antes de la guerra los Laboratorios Bell contaban con alrededor de 4600 trabajadores, durante el transcurso de la contienda superaron los 9000. Por otro lado, y debido a que muchos de esos empleados tuvieron que incorporarse al ejército, contrataron a cientos de mujeres para sustituirlos. Lo interesante es que su labor de innovación continuó después, configurando, en muchos aspectos, el mundo tecnológico y de comunicaciones globales en el que vivimos hoy.