De Iguala a Ayotzinapa

Inscrito en la lógica de la corrupción, del abuso de poder, su asesinato adquirió un valor simbólico como prueba material, concreta, de la maldad del presidente.

así, la neutralidad del lenguaje periodístico, el distanciamiento escéptico, se convierte en recurso de denuncia.

Los hechos de Iguala fueron elaborados en los medios de comunicación, en el espacio público. Y allí adquirieron sentido. Queremos entender cómo sucedió eso. Toda i

la masacre de Iguala es ya un hito en la vida pública mexicana del nuevo siglo, un término de referencia con una enorme carga moral

as ni al Estado, ni a Iguala ni a Ayotzinapa. Mientras eso no cambie, seguirá siendo cierto que en México, si se nos permite decirlo así, las noches que serán y las que han sido son una sola

Y así, nada cambia, “la lucha sigue”: aquellos estudiantes, estos estudiantes; aquel Estado, este Estado; aquel México, este México. En ese sentido, Tlatelolco sí es, como se ha dicho más de una vez, una noche interminable: pero no es el país el que no ha cambiado en el último medio siglo, sino los instrumentos para interpretarlo, lo que no ha cambiado es nuestro orden cultural. Y pagamos las consecuencias. El resultado es que no entendemos a los estudiantes normalis

desde luego obligaría a hacer otras preguntas sobre la sociedad de Iguala,9 sobre el sistema político, sobre la forma concreta del Estado mexicano como hecho histórico. En vez de eso, se buscó situar la masacre en dos contextos parejamente abstractos: el crimen organizado, la represión del Estado

sí nos importa señalar que una explicación convincente tendría que incorporar toda la información posible acerca del contexto

a partir del orden local. Para comprender el episodio (comprenderlo no sólo como un hecho forense sino como hecho social) haría falta empezar por una descripción mucho más densa, matizada, más compleja, más atenta a los detalles absolutamente singulares

La masacre de Iguala fue un hecho único, cuya dinámica sólo puede entenderse realmente