El salón de pachinko

Cuando Corea fue dividida, nuestra nacionalidad seguía siendo la de la Corea unificada. La llamábamos Joseon

—No. Nos volveríamos más ligeros, eso es todo.

Deberíamos morir como hace la muda de los animales.

—He pensado una cosa —me dice al rato—. Deberíamos morir como hace la muda de los animales. Cuanto más viejos, la piel se haría más clara. Al final, veríamos todo lo que hay dentro de nosotros, las venas, los huesos, los sentimientos, todo.

Tengo la impresión de que mientras no me duerma, nada cambiará, nada envejecerá. Y me siento atrapada en una costra de tierra, tan purulenta como el líquido que brota de mis oídos.

ferris que conectan la isla con la península salen de Fukuoka, en el sur, y llegan a Busan.

—No soporto esta altura. Me da vértigo. Prefiero la niebla. Impide ver de lejos. Obstruye el ­horizonte. Da la impresión de que tenemos tiempo, de que tenemos derecho a no ver nada. A no ver nada venir.

Tres horas de ferri hasta Busan, el tren hasta Seúl.