La noche del 30 de diciembre de 2004, la tragedia de Cromañón marcó un antes y un después en la historia del rock argentino. Comenzó un período marcado por las restricciones y la desaparición de muchos de los lugares pequeños y medianos donde las bandas under solían presentarse, y producir conciertos se transformó en una tarea casi imposible. El crecimiento de Internet y la telefonía móvil y la llegada de las redes sociales fomentaron que pequeños circuitos de bandas formaran sus propios sellos discográficos y se inclinaran por la autogestión a la hora de grabar, editar, distribuir y promocionar sus discos y presentarlos en vivo. Entre los diversos estilos y sub estilos del rock que tomaron la posta, influenciados por la ética de trabajo que pregonaban predecesores locales como Daniel Melero, Suárez, El Otro Yo, Fun People, Perdedores Pop y Estupendo, y del llamado rock independiente estadounidense, se configuró una escena indie local.