La noche viuda

El dolor es como un mar que por dentro nos estalla, se revienta un mar en el cuerpo, y hay un gran silencio que lo come todo con su piedra.

Se quedó en mí tu muerte como una piedra de silencio.

Una nostalgia se alivia al nombrar las cosas, quizá seres y cosas van a perderse, pero las palabras siempre estarán allí.

Estar vivo es habitar en las palabras —nos infunden animación, intención, aliento, las palabras—. Nos permiten el mundo, las palabras

A los muertos también los habitamos con nuestra alma, o quizá los muertos nos habitan. Los muertos son casi nuestra alma. Están tan vivos dentro, son mucho más que un recuerdo, son presencias, intactos siguen hablando y preguntándonos. Quizás ellos se siguen dentro escribiendo y pensando, por medio de nosotros.

Somos en nuestra mayor parte olvido, y vivimos luchando contra éste, aspirando a ser lo que no somos: permanencia.

Nada es más recordable que las palabras, como hitos exactos las aprendimos, definitivas referencias unánimes.

El lenguaje vive, aunque los muertos sigan muertos, éstos adquieren su aliento cuando los nombramos y escribimos.

Me reapropio de tu vida escribiéndola, resurjo de tu muerte.

Quisiera poder abrazarme en mi totalidad, aceptarme .Hay una gran sabiduría, una curación en lo trágico. Hay que recibir lo que es sin poner resistencias, no rehusarse.