A grandes males, grandes remedios: eso es lo que pensó Honor Cabot, hijastra mayor del rico conde de Beckington, cuando comprendió que su familia iba a terminar en la ruina. El conde había muerto, y sus hermanas y ella se encontraban a punto de perder su lujoso hogar y una posición social envidiable a manos de su hermanastro y de la arribista de su prometida. Honor no tenía más remedio que actuar con rapidez, así que llegó a un acuerdo con el único bribón de Londres que podía seducir a la prometida de su hermanastro y apartarla del camino de las Cabot. George Easton, hijo ilegítimo de un duque, estaba acostumbrado al riesgo y a los escándalos; pero Honor y él habían puesto en marcha un juego de seducción que ponía en peligro su reputación y su corazón, respectivamente. Y, cuando el deseo hizo acto de presencia, amenazando con cambiar las normas de su juego secreto, se dieron cuenta de que las apuestas podían ser demasiado altas. Incluso para un jugador de mala fama y una debutante tan decidida como rebelde.