El asco de estar vivo, de flagelar
a medias, ¿no hace que te retuerzas
entre mis pesadillas?
Pisarte, sí, o aplastarte con una piedra
volcánica, o lanzarte a un pozo de lodo
hecho a tu medida, ¿no habrá
de recordarte mi bautizo?
Descreo de los milagros
a primera vista.
Nadie le sacó a Jesucristo un ojo,
ni en la tierra ni en el cielo.
Ojo perdido, de ceguera insegura,
voy a matarte con mi talón de piedra,
y después velaré por ti sin veladuras.