El mar es un abismo, un punto de partida pero también de llegada, una especie de círculo que bien semeja a la vida: decisiones que se toman con base en experiencias y recuerdos, recuerdos que aunque duelen consienten un goce efímero de lo que fue y no podrá ser nuevamente. El mañana, sin embargo, no es hurtado para ninguno de los personajes cuyas vidas convergen en esta novela: Sabina la psicóloga, Amanda la traductora y Librada, una española transterrada, son todas la unión de la pérdida y fortaleza que se requiere para soportar la primera y seguir viviendo. Así, Contigo mar de Blanca Ansoleaga, retrata al mar –y con él al destino del ser humano– en toda su extensión: no sólo es paisaje, sino también un ente vivo. A él se adhieren los personajes femeninos que al recordar sus historias y narrarlas, se descubren al fin. Pero lo difícil, dice una de ellas, es haber decidido, porque ya el hado griego no puede guiarles y hay que responsabilizarse de sus actos. No obstante, sólo de esa forma pueden encontrar la absolución en la búsqueda que toda vida representa, la cual –al igual que el océano– es tormenta y consuelo.