Misericordia

la vida, cualquier vida, mientras se mueve, es hambre

Ya no soy yo la que se despide de lo que me rodea, son los objetos que me rodean que se despiden de mí.

En mi cabeza, las niñas eran niños a quienes los puercos habían comido el sexo.

Soy una especie de cebolla hecha de las vidas de los demás, y en medio de ellas apenas soy una de sus capas.

¿Con qué derecho, sobre nuestra cabeza, tan frágil, tan desprotegida, tan cerca del cráneo de los pobres animales racionales, Dios se permite hacer apuestas con cada uno de nosotros?

Entonces le contesté que el desen-lace del cuento estaba mal hecho, porque para que Job fuera un ejemplo de peso, solamente debería de haber sido recompensado en la siguiente vida y no en ésta, para acercarse a todos nosotros.

estoy sólo al lado de las cosas pequeñas, las que no pesan, las que no valen, las que tienen los días contados

¿por qué los hombres quieren dormir con las mujeres? ¿Qué ganamos nosotras con eso? Si son de la misma especie que duerman unos con otros

Aun así, de paso he de confesar que me encuentro entre lo pequeño, lo sencillo, los nadas, pero en el fondo deseo lo alto, lo grande, lo ancho. No debería de confesarlo.

la afirmación de mi hija que se presenta, delante de su madre, como aquella que le hace el amor al universo, una forma de decir que su trabajo no sirve para nada