En el mundo empresarial se habla de “construir negocios”. Y al mirar esta frase con detenimiento es indiscutible que un negocio también requiere de construcción, al igual que un edificio de concreto o una iglesia de piedra. La diferencia es que el proceso de construcción de un negocio pertenece al plano de lo intelectual. Y así como en una casa el techo sirve de abrigo sobre la cabeza de una familia —pues le provee protección y comodidad—, de la misma manera la prosperidad es el techo de protección del ser humano. Pero todo techo presupone un soporte que le sirva como base.
El techo de la prosperidad es sostenido por unas columnas determinadas, cuyo fundamento es la consistencia moral. Estas son: energía, economía, integridad, método, simpatía, sinceridad, imparcialidad, autoconfianza.
Un negocio basado en la práctica disciplinada de todos estos principios es tan firme y duradero que llega a adquirir características de indestructible: nada lo daña, nada frena su prosperidad, nada interrumpe su éxito ni lo derrumba hasta llevarlo a la derrota total porque su éxito está garantizado, siempre y cuando esté sostenido por las ocho columnas de la prosperidad.
En Las ocho columnas de la prosperidad, Allen extrae la esencia de mensajes de sabiduría, éxito y prosperidad heredados desde la Antigüedad de generación a generación. El autor examina los principios esenciales que pueden formar o derrumbar a una persona o negocio, sin importar las circunstancias.
Esta obra nos reta a poner en práctica estos principios en conjunto, y a ser pioneros de ellos en toda época: «Es cierto que pocos hombres de éxito practican en su totalidad y perfección todos estos ocho principios, pero sí hay quienes lo hacen y son líderes, maestros y guías, los soportes de la sociedad y los férreos pioneros a la vanguardia de la evolución humana». —James Allen.