Imposible reducir la poesía de Alejandra Pizarnik a un esquema conceptual: sus versos desarman todo intento de explicación. Poesía difícil —severa en la elección de sus adeptos—, pero clara. Porque de la claridad con que se vean sus imágenes depende su poder. Alejandra Pizarnik está muy cerca del proverbio oriental: La pintura es un poema callado y el poema es una pintura dotada de voz. Sólo cabe un temor en el lector más adicto a sus versos: es el de que, cuando sea más intensa la vision lograda, la voz enmudezca. (Fragmento del artículo de Enrique Pezzoni Alejandra Pizarnik: la poesía como destino, publicado en Sur, N 297, noviembre— diciembre de 1965)