Bajo la oscuridad simbólica propiciada por un funeral, Gómez Lobo utiliza las rememoraciones para recrear la vida familiar instalada en el ficticio barrio Las Piedritas, que bien pudiera estar a la vuelta de la esquina. Una serie de personajes peculiares pero ordinarios se reúnen para despedir a la víctima de una tragedia: haberse convertido en padre.
Para ejercer la literatura, nuestro autor repasa las diferentes variaciones de la figura del padre: el autoritario, el ausente, el que está pero como si no estuviera… el tejido social descompuesto es el telón de fondo en una narración cruda donde el clímax es la muerte de un hombre y cómo éste se convierte en un padre colectivo, evidenciando la relación fragmentada donde ser un hijo es una decepción y ser padre es meramente accesorio y circunstancial.
Con el empleo de epígrafes y subtítulos, Gómez Lobo recurre a un catálogo musical sui géneris, así nos propone una musicalización barrial que parece brincar de estación en estación por AM y FM en los radios del rumbo, sin distinción de géneros.